¿Has dormido alguna vez sobre una cama de agua? Para la mayoría de las personas tener un colchón de agua en su dormitorio resulta algo snob y son pocos los hoteles que ofrecen en sus habitaciones «descansar sobre el agua».
Estuvieron muy de moda entre los 70 y los 80, sobre todo en EE.UU.
Se tiene constancia de que ya los persas, rellenaban con agua las pieles de cabra y dormían sobre ellas.
Estos colchones presentan unas capas de estabilización que soportan el peso del cuerpo y absorben los movimientos del agua. Los hay más y menos firmes, según presenten capas de fibra o no. Los que no tienen capas de fibra se llaman “colchones de agua de flujo libre” se balancean demasiado provocando incomodidad.
Es cierto que para las personas alérgicas sería un colchón ideal, ya que en él no se acumulan bacterias ni ácaros. Otra de sus ventajas es la falta de puntos de presión sobre la columna vertebral, las articulaciones y los músculos. Al no ofrecer resistencia, el colchón se adapta a la silueta, favoreciendo la circulación sanguínea.
Pese a estas ventajas, los colchones de agua también tienen varios inconvenientes:
- Son colchones más caros que los que usualmente usamos, ya que tienen unas características y cuidados especiales.
- Hay que usar, cada 6 meses, un líquido antialgas para evitar que éstas proliferen.
- Se necesitan un cabecero y un soporte específico, además de un calentador que se enchufa a la red eléctrica, con el consiguiente gasto económico que eso supone.
- Estos colchones tienen una vida útil de tan sólo unos 5 años de media, aunque algunos fabricantes ofrecen algo más.
- Si duermes en pareja, olvídate de comprar un colchón de agua. La independencia de lechos no es posible. El descanso se verá perturbado por los movimientos de tu pareja y los ruidos que estos colchones pueden emitir en su interior.
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